En análisis: 'After the Wedding' [SPOILER] | 'El pasado que nos une' (hispanoamérica)

Análisis de películas
Publicado: 27 Enero 2020
Escrito por Jorge Rodríguez Patiño

ADVERTENCIA SPOILER: El artículo que va a leer a continuación hace referencia a partes de la trama (argumento) de la película, no seguir leyendo si no desea que le destripemos cosas del filme.

Porque el dinero todo lo puede

La premisa es la parte fundamental de la historia. Es el elemento central alrededor del cual giran todos los elementos de un filme. En palabras de Lajos Egri, se trata del punto de partida, a partir del cual el autor de la historia formula su mensaje. Así, si una premisa no está bien definida o el autor no sabe realmente qué es lo que quiere decir, se corre el riesgo de que el discurso se le vaya de las manos.

Con base en esto, resulta lógico pensar que la premisa no puede desatenderse, bajo ninguna circunstancia, toda vez que se trata del tema del filme. No obstante, eso no siempre sucede así.

En ocasiones, suele ocurrir que una premisa se va modificando durante el transcurso de la filmación. En estos casos, el producto final se antoja confuso, pues existen elementos que ya no resultan congruentes con el todo, lo que era de esperarse, pues, originalmente, dichos elementos apuntaban a una premisa distinta. Esto es bastante común en las adaptaciones, pero también en aquellas películas donde existen varias cabezas y voluntades, todas ellas con su propio discurso.

Pero, sin duda, el mayor desacierto ocurre cuando el autor representa equivocadamente su premisa y no se percata de lo que realmente está diciendo. En estos casos, el director cree que habla de una cosa, pero algunos de los elementos que muestra —personajes, diálogos, giros argumentales e incluso el desenlace— parecen decir lo contrario.

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After the Wedding ('El pasado que nos une' -hispanoamérica-. 'After the Wedding', Bart Freundlich, Estados Unidos, 2019) parece ser uno de esos ejemplos. En apariencia, se desarrolla como un filme que trata sobre la redención y las segundas oportunidades, pero en realidad su discurso es mucho más malicioso. Se trata de un filme materialista que promueve la idea de que todos tenemos un costo y el dinero termina siendo la solución para todo.

Pero analicemos la premisa para entender cómo es que llegamos a esta conclusión. Para ello, nos enfocaremos en el personaje protagónico, Isabel, interpretado por Michelle Williams.

Isabel es una mujer norteamericana que vive en la India. Trabaja en un albergue para niños huérfanos y se encarga de atender sus carencias. Su altruismo, sin embargo, está motivado por la gran culpa que le genera el haber dado a su propia hija en adopción, hace más de veinte años. Si bien Isabel actúa como si ya lo hubiera superado, lo cierto es que el fantasma de ese acontecimiento permanece ahí y determina sus acciones.

¿Por qué abandonó Isabel a su hija? Según lo que se puede deducir de los diálogos, la razón principal es porque era muy joven y no se sentía preparada para ser madre. No obstante, también se sugiere que la carencia económica es un factor determinante.

Ahora bien, tomando esto en consideración, debemos preguntarnos qué es lo que quiere el carácter. No es aventurado suponer que Isabel busca la redención. Quiere borrar la culpa que siente por haber abandonado a su hija e intenta expiarla adoptando a tantos pequeños como le sea posible. Por la forma en la que se nos presenta y actúa, nos queda claro que Isabel no aspira a la vida ordinaria de un ama de casa. Además, su anhelo de ser madre se ve satisfecho por la relación que tiene con los niños del orfanato, en especial con Jai.

Pero a pesar de que Isabel se muestra conforme, la situación es dura en el orfanato y las carencias son muchas, lo que le lleva a buscar financiamiento con distintas fundaciones y empresas. Luego de varios intentos, la única que realmente se muestra interesada en ayudarles es Horizon, una compañía de medios líder en el mercado. Sin embargo, la empresa les pone tantos obstáculos que a Isabel le resulta ofensivo: una de las condiciones es, precisamente, que ella viaje hasta Nueva York para justificar por qué se merece el financiamiento.

Isabel percibe cierto abuso por parte de la compañía y se siente tentada a rechazar la oferta por una cuestión de principios. Pero entonces se entera de la cantidad —dos millones de dólares— y acepta las condiciones. No sin chistar, por supuesto, pero la resistencia que pone es, en realidad, mínima. Esta será la primera vez que el dinero determine las acciones de Isabel y ciertamente no será la última.

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Ahora bien, Horizon es propiedad de Theresa Young, una mujer bastante exitosa que ha sabido abrirse camino por si sola. Theresa es asertiva, decidida y responsable. Es, pues, todo lo que Isabel no es. Esto último debe tomarse, además, en sentido literal, ya que, como pronto descubriremos, Theresa resulta ser la madrastra de Grace, la hija que Isabel abandonó hace años. Lo que es más, está casada con Oscar, el padre de Grace, antigua pareja sentimental de Isabel.

Según nos enteramos, luego de dar a Grace en adopción, Oscar e Isabel deciden tomar caminos separados. Pero Oscar no puede con el remordimiento de abandonar a Grace y es por eso que, aprovechando el periodo de treinta días que se le da a los padres biológicos para cambiar de opinión, decide regresar por su hija. A pesar de los obstáculos, comienza a criarla él solo, hasta que un día conoce a Theresa. Ambos se enamoran y se casan. Posteriormente, tienen otros dos hijos y viven felices, hasta que Theresa es diagnosticada con una leucemia terminal.

Temerosa de dejar a sus hijos sin madre, Theresa decide buscar a Isabel para pedirle que la sustituya. No obstante, sabe que, para lograrlo, antes debe convencerla de viajar a Nueva York y por ello usa el financiamiento como anzuelo.

Isabel pronto descubre el engaño, pero la posibilidad de iniciar una relación con su hija le hace pensarse las cosas. Ha recibido una segunda oportunidad que desconocía que anhelaba y decide aprovecharla.

Por su parte, Grace se muestra dispuesta a perdonar a su madre, pues comprende que era muy joven cuando la abandonó. Después de todo, ella misma acaba de aprender, de la manera más dura, que las malas decisiones son parte de crecer: Grace se ha casado recientemente con un hombre al que no ama y ahora no sabe qué hacer. Esta situación le permite acercarse a su madre biológica, quien la recibe de buena gana.

En cuanto al financiamiento, Theresa le asegura a Isabel que no se trata de una mentira. Lo que es más, el dinero no viene condicionado; se le dará al orfanato aunque Isabel decida no sustituirla como madre y esposa cuando ella muera. Esto, por supuesto, termina siendo una situación inmejorable para Isabel, pues no solo ha recibido una segunda oportunidad para resarcir los errores con su hija, sino que ahora cuenta también con el recurso suficiente para cambiar las vidas de los niños del orfanato.

Es justo en este momento donde el director comienza a alejarse de su propia premisa y comienza a sentirse como si estuviésemos viendo una película distinta. De pronto, sin previo aviso, le otorga a Isabel un sentimiento de deuda que no habíamos visto antes en ella. Y es que, a pesar de que Theresa le ha asegurado que el financiamiento del orfanato no está condicionado, Isabel se siente obligada a aceptar sus peticiones/condiciones. Pero lo cierto es que no queda muy claro por qué. ¿Acaso debe aceptar porque es la última voluntad de una persona moribunda? ¿O quizás deba aceptar porque la cantidad de dinero es exorbitante y ella no se siente digna de merecerlo, a pesar de que esto le cambiará la vida a muchos niños? ¿Tal vez deba aceptar porque Theresa adoptó a su hija y ahora es su turno de devolverle el favor? ¿O acaso debe aceptar por compasión a Oscar y a los hijos que quedarán sin una madre?

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Como podemos ver, ninguna de estas razones es realmente de peso. Por ejemplo,
Theresa puede considerar que Oscar y sus hijos no son capaces de seguir adelante sin una mujer que les dé estructura, pero esto no quiere decir que esto sea cierto. De hecho sus hijos son inteligentes y saludables, y Oscar tiene una buena carrera como artista, por lo que no corren el riesgo de pasar carencia.

En cuanto a la supuesta deuda que Isabel tiene con ella, es también imaginaria. En efecto, es realmente admirable lo que hizo Theresa con Grace, al comportarse como una verdadera madre con ella. Pero esta decisión fue motivada por el amor que Theresa sentía por Oscar, no por hacerle ningún favor a Isabel. En todo caso, si ésta última tiene una deuda es para con su hija, Grace, quien ya es mayor de edad.

Ahora bien, si en el transcurso del filme hubiésemos visto que Isabel es incapaz de recibir algo —cualquier cosa— sin sentir que está en deuda, las reacciones y decisiones del personaje serían congruentes, ya que cualquier pretexto sería conveniente para sentir que debe renunciar a algo. Pero no es así, no es una característica que hubiésemos visto en ella anteriormente.

No existe, pues, ninguna razón de peso que orille a Isabel a cumplir los caprichos de Theresa. A menos que…

A menos de que, en realidad, Isabel siempre haya querido lo que Theresa posee: una casa grande, una familia, un esposo que es artista y, sobre todo, dinero.

En efecto, parece ser que el dinero es un tema importante en toda la película. Es casi de lo único que hablan los personajes. De hecho, cuando se quita la carencia económica de la ecuación, Isabel es capaz de asumir el papel de madre y esposa sin mayor problema. O como dicen por ahí: el dinero no es la felicidad, pero cómo se le parece.

Esto Theresa parece saberlo muy bien. Con todo el cinismo que posee la gente de negocios, entiende que, si eleva la cifra, pronto le llegará a Isabel al precio. Al final, termina ofreciéndole veinte millones de dólares, en un fondo que podrá ser administrado conjuntamente por ella y Grace. Como es de esperarse, Isabel acepta sin miramientos y para el final de la película ya la vemos en su papel de madre y esposa, acompañando a Oscar en su duelo y cuidando de los gemelos con gesto maternal.

¿Y el orfanato? Al respecto, Isabel parece decir: «¿Qué me importa? Ya tengo dinero y recuperé a mi hija, ya no los necesito». Por supuesto, queda entendido que seguirá dándoles dinero, pero a la distancia, como se supone que deben hacerlo los blancos adinerados. Lo cierto es que parece no costarle mucho trabajo dejar atrás ese lugar, en el que no está su nido, al que no perteneció jamás. En ese sentido, Jai parece tener mucho más madurez y rechaza su oferta de irse a Nueva York con ella.

Así, esta es tan solo una muestra de cómo una premisa mal definida puede echar abajo el discurso de la película. En este caso, el director y guionista Bart Freundlich parece concentrarse tanto en los giros argumentales, que termina descuidando lo que en realidad quiere decir. Al final, por tratar de hacer una película intrincada, llena de misterio y expectación, termina traicionando el carácter de sus personajes, obligándolos a hacer cosas que no se parecen congruentes en ellos.

Por otro lado, esto también se debe a que se trata de una mala adaptación. Como sabemos, en Después de la boda (Efter brylluppet, Susanne Bier, Dinamarca-Suecia, 2006), la película en la que se basa After the Wedding, los personajes principales son hombres. Esto no solo hace que el giro argumental sea más sencillo, sino que permite que el personaje principal —Jacob, en la película original—, al desconocer que tenía una hija, sienta con mayor fuerza la deuda hacia Jorgen —la contraparte de Theresa—. En ese sentido, el cambio en el género de los personajes resulta contraproducente para la película norteamericana, pero no tanto por el cambio en si, sino por el tratamiento tan torpe que hace el director.

Después de la boda

'Después de la boda'. Mads Mikkelsen en el papel de Jacob Pederson

Por otro lado, el riesgo que asumen los personajes es el filme original es mayor: no solo Jacob accede a la petición de Jorgen porque el orfanato está en riesgo de ser cerrado, sino que, además, su rol ahí es mucho más relevante que el de Isabel. Así mismo, a Jacob no lo acecha su pasado, sino que siendo un drogadicto reformado ha logrado a hacer las paces consigo mismo. Para él, asumir el rol de padre es parte de su crecimiento como persona, en pocas palabras, es mucho más significativo. En cuanto a Jorgen, ciertamente se trata de un carácter mucho más arbitrario y dominante que Theresa, lo que hace que el filme aborde de una forma crítica el tema del poder y no tanto del dinero.

Por otro lado, la propuesta fílmica de Susanne Bier —con un estilo basado en el movimiento Dogma: planos muy cerrados, cortes abruptos y cámara en mano— es mucho más rica que la de su contraparte norteamericana. Esto último, por supuesto, no exime a la película de sus propios errores, como lo son los diálogos aleccionadores, el sentimentalismo gratuito y, sobre todo, esa visión simplista de que la mujer no puede seguir adelante sin un hombre que la mantenga; si bien esto último se justifica, en cierta medida, por tratarse de una sociedad mucho más conservadora. Incluso puede ser entendido como una crítica.

En todo caso, no cabe duda que Bart Freundlich adaptó el guion para que su esposa, Julianne Moore, pudiera lucirse. Pero lo cierto es que ni ella ni Michelle Williams, ni Billy Crudup logran salvar la película o hacer que resulte siquiera convincente.

En conclusión, After the Wedding es una película sin mucho que aportar —que es lo que puede esperarse de cualquier adaptación— y si he hablado de ella es solo porque me pareció conveniente para ejemplificar lo que es una premisa fallida, ya que es algo bastante frecuente en el cine. De hecho, es mucho más común de lo que podría llegar a pensarse.

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