Reseña: Retrato de una mujer en llamas

Crítica
Publicado: 29 Junio 2020
Escrito por Yuri Ortiz

‘El retrato de una mujer en llamas’ originalmente llamado ‘Portrait de la jeune fille en feu’, en su idioma francés, llega a los cines para mostrarnos una Francia ambientada a finales del sigo XVIII, exactamente en el año de 1770. La cinta nos narra la historia de Marianne, una pintora dedicada a los retratos de boda, quien recibirá el encargo especial de pintar en secreto a una joven que acaba de dejar el convento y tiene el deber de casarse, pero aún no ha podido ser retratada. Un argumento que en principio oculta mucha más profundidad y que es acompañado por una joya en la narrativa visual.

No era de extrañar que con un trabajado guion y el paisajes para construir su historia, la película fuera seleccionada para competir por la Palma de Oro en el festival de cine de Cannes y resultara vencedora en la categoría de mejor guion. Otras nominaciones en las que estuvo involucrada fueron como mejor película de habla no inglesa y película extranjera. También recibió varias nominaciones por su fotografía, la cual estuvo a cargo de Claure Mathon. Y en cuanto a la música creada por “Para One”, una productora de música electrónica, fue toda una sorpresa la fusión de sus sountracks en un filme como este de carácter histórico.

Protagonistas sobre la arena de playa

Entrando en el contexto de la historia, se deja ver una época en la que Francia aún era muy conservadora, donde los retratos de bodas eran un intercambio entre la prometida y el consorte. Dicha permuta, era la única forma de conocer a la persona con la que se había arreglado el matrimonio, antes de que este se consumara en la boda. A través del lienzo dabas la primera impresión, así esta película retrata a través de todo un espectáculo lleno de incertidumbre, el contexto social en una era de aristocracia y plebeyos, con una madre que pide a una pintora lograr retratar a su hija, quien no desea ser pintada por las dudas que tiene sobre el matrimonio. El trabajo de la pintora será observar a la aristócrata durante el día, para pintarla durante la noche sin que ella se entere.

Una narración enigmática en pocas palabras, que rápidamente se transforma en una situación la cual desea romper todos los estándares y convertirse en una fábula influenciada por el género LGBT, sin dejar de lado la línea principal de drama histórico. Además de las adversidades por retratar a alguien que no desea serlo, aquí, el conocimiento es una trampa que lleva a las protagonistas al interés, el desear y ser deseadas. Una forma de demostrarnos que la igualdad, a pesar de la clase social, también puede ser sensual, donde el consentimiento es un terreno inexplorado lleno de erotismo y sorpresas.

escena romantica de las dos protagonistas

Su directora Céline Sciamma, una destacada guionista y directora del cine francés, decidió que la filmación se realizaría en Saint -Pierre- Quiberon en Bretaña y el castillo La Chapelle- Gauthier, Seine-et-Marne, para ofrecernos como resultado un desarrollo visual impecable. Inmensa dentro de la época con el vestuario, la playa y los acantilados como paisajes naturales, parajes dignos de enamorar a los cineastas. El empleo como recurso de estos emplazamiento para acompañar durante los 119 minutos de la narración, mantiene inmerso al espectador en esta historia de amor que con delicadeza y sensibilidad nos lleva de un extremo apasionante a un espectáculo incierto.

Este drama romántico, lleno de sentimientos que se transmiten con miradas y silencios acertados que le dan una vibración contenida pero al mismo tiempo, se aleja de los estigmas y les otorgan a las protagonistas Marianne, la pintora, y Héloïse, la aristócrata que no desea ser pintada, una habilidad comunicativa que roza entre la sensualidad, sensibilidad y el dolor físico representado de la mejor manera, convirtiéndola en una serie de momentos emotivos, sobre cómo es aprender a amar, el cómo conocer a otra persona solo observando y al mismo tiempo la búsqueda sobre cómo encontrar una identidad propia. El papel de Marianne es actuado por la actriz y cantante Noémie Merlant, mientras que HeloÏse es interpretada por Adèle Haenel, actriz reconocida por haber obtenido dos premios César en años anteriores.

escena de retrato de una mujer en llamas

Cabe destacar, que una de las cosas que enriquecen la narración a través de cada minuto, son las pinturas y bocetos que aparecen en cada escena. Para ello se contrató a la artista Hélène Delmaire, quien se tomo diariamente 16 horas para crear las diferentes pinturas requeridas, siempre fieles al rodaje que presenciaba y en reconocimiento a su gran labor, sus manos aparecieron durante varias escenas de la cinta. Otro punto a destacar es la paleta de colores que se asigno a las diferentes escenas y que se complementó adecuadamente con el vestuario de las protagonista. Así pues, Marianne tiene el color rojo y azul asignado por el paso de su pasión a la nostalgia, mientras que Heloïse aparece en las primera escenas en un azul, para pasar al verde y finalizar en blanco; pasando de un corazón frívolo a una personalidad más cálida y finalmente desligada o resignada a todo. Asímismo, hay insinuaciones importantes con el fuego como representante de la pasión, el descontrol y finalmente como puede consumirlo todo.

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