Watchmen y la naturaleza falible del hombre

Análisis de películas
Publicado: 18 Junio 2020
Escrito por Jorge Rodríguez Patiño

EL TEST DE RORSCHACH: ¿ES USTED O NO UN SUPREMACISTA?

Segunda parte del artículo titulado Nothing. Ever. Ends: Watchmen y el relato como un reloj bien sincronizado.

PARTE 2: LA SERIE DE HBO

Watchmen, la obra maestra de Alan Moore y Dave Gibbons, ha intentado llevarse a la pantalla en múltiples ocasiones. Cineastas como Terry Gilliam, Darren Aronofsky y Paul Greengrass estuvieron, en algún momento, vinculados al proyecto. Sin embargo, fue Zack Snyder quien final y lamentablemente logró hacer una adaptación fílmica, la cual, a mi parecer, es basura.

Tendrían que pasar más de diez años para que pudiéramos gozar de una propuesta verdaderamente interesante. Y es que si bien la serie de HBO desarrollada por Damon Lindelof no logra equipararse en genialidad al cómic, al menos resulta un proyecto osado y emocionante que no deja de ser respetuoso con el material en el que se basa. En pocas palabras, es todo lo que la película de Snyder no es.

La serie pretende ser una secuela directa de la novela gráfica original, la cual tiene lugar treinta y cuatro años después de los acontecimientos que ahí se narran. Esta brecha le permite a Lindelof agregar nuevos personajes y conflictos que se desarrollen dentro de la continuidad de Watchmen y, de esta manera, expandir el relato original.

Lindelof ha definido su proyecto como una «remezcla» del universo creado por Moore y Gibbons, pues aunque la novela gráfica se mantiene como un canon inalterado, hay una reinterpretación de ciertos eventos que permiten hacer una nueva lectura, ocasionando que el relato se vuelva todavía más interesante y profundo de lo que ya es.

Lindelof el genio tras watchmen de hbo

Es por este motivo que la serie está más bien dirigida a los fanáticos del cómic o al menos a aquellos que estén familiarizados con éste. De lo contrario, es probable que el argumento resulte confuso o no se logren apreciar aquellos detalles y guiños que si bien parecen insignificantes, son en realidad geniales y de gran relevancia para el universo en el que se desarrolla la historia.

En todo caso, es probable que aquellos que no hayan leído nunca la novela gráfica, luego de ver Watchmen de HBO se sientan motivados a acercarse a ella para entender muchas de las líneas argumentales que plantea la serie.

Semejanzas con el cómic

Como es de esperarse, cada episodio de Watchmen está colmado de guiños y referencias a la obra original. Además hay un enorme esfuerzo por hacer homenaje al trabajo gráfico de Dave Gibbons y a la impresionante narrativa de Alan Moore.

En lo que respecta a la composición visual, los creadores se han tomado el tiempo de emular las ilustraciones de Gibbons, así como de introducir en el fondo ciertos detalles sacados directamente de las viñetas del cómic: carteles, dibujos, encabezados de diarios, etcétera. De igual forma, hay secuencias en los que los bits y extras del fondo se comportan o adquieren las mismas posturas dibujadas  por Gibbons.

Por otro lado, el montaje también está diseñado para imitar las transiciones que hay de una viñeta a otra en la historieta. Esto hace que visualmente la serie se sienta familiar. Episodios como Martial Feats of Comanche Horsemanship, This Extraordinary Being y A God Walks into Abar tienen un trabajo de edición bastante meticuloso. El último, por ejemplo, logra captar muy bien la esencia de Watchmaker, el estupendo número cuatro de la serie original, el cual, por cierto, es a mi parecer uno de los mejores cómics que se hayan creado en la historia.

Como un homenaje a las portadas del cómic, cada capítulo —excepto el octavo— arranca con un primer plano que posteriormente se va alejando. Esto, por supuesto, suele ser un tanto engañoso, ya que muchos de estos primeros planos son a pantallas de cine o televisión que muestran programas enteros que parecieran no ajustarse a este criterio. No obstante, si ponemos atención, pronto nos daremos cuenta que la cámara comienza a alejarse para dar paso a la verdadera escena. Así mismo, el primer fotograma es siempre el título de la serie, representado de diferentes formas según la escena que se mostrara al principio. 

También hay un epígrafe al comienzo de cada episodio que se emplea como título. Cuando se trata de canciones, al final del episodio estas se reproducen durante los créditos. Como en el cómic, la cita cumple la función de resumir los hechos que acaban de tener lugar.

Otro aspecto interesante es que, al igual que la serie original, que contiene documentos ficticios a  manera de apéndices y que sirven para darle mayor amplitud al relato, HBO ha lanzado Peteypedia, un sitio donde se alojan documentos clasificados, notas periodísticas, memos y todo tipo de textos que nos ayudan a entender el argumento con mucho más profundidad. Tal y como ocurre con los apéndices del cómic, estos materiales pueden ser ignorados si uno así lo desea. No obstante, su inclusión enriquece la experiencia. Por ejemplo, es gracias a estos documentos que descubrimos la identidad de Lube Man, un divertido personaje que aparece en el cuarto episodio.

peteypedia hbo

Por último, tenemos la serie televisiva American Hero Story, un programa de antología que presenta misterios relacionados con los superhéroes de la época dorada y sus identidades secretas. Esta serie cumple con una función semejante a los Relatos del Navío Negro, toda vez que los acontecimientos en esta serie ficticia —al igual que sucede con dichos relatos— se relacionan con lo que le sucede a los personajes principales y preparan el camino para el sexto episodio: This Extraordinary Being.

Por supuesto, el fan service no falta. Hay mucho de eso en Watchmen, pero no se siente en ningún momento forzado. La inclusión de personajes de la serie original y la referencia a eventos pasados son la delicia para los aficionados. En todo caso, el mayor mérito que tiene la serie es la forma en la que juega con el material creado por Alan Moore y lo expande: Damon Lindelof logra hacer una relectura del canon sin alterarlo, algo que se dice sencillo, pero para nada lo es. La serie agranda la mitología del cómic de una forma que se siente orgánica y lógica.

Adrian Veidt, Dr. Manhattan y Laurie Blake —antes Laurie Juspeczyk, alias Silk Spectre II— tienen su momento de lucimiento, provocando una suerte de nostalgia que es a la vez conmovedora y vibrante. Rorschach, por su parte, permanece como un fantasma que acecha desde el pasado y aunque ya no está presente, su recuerdo es lo que da continuidad argumental a la serie desde los primeros episodios.

Otro punto a destacar es que en ningún momento se percibe una exposición abusiva del pasado. Por el contrario, la serie se siente verdaderamente como una continuación de las historias de estos personajes y la forma en la que están representados es precisa, pero también conveniente. No cabe duda que los escritores conocen a la perfección el material con el que están trabajando y logran hacer un producto respetuoso, sin dejar de ser emocionante.

Diferencias con el cómic

De lo que carece la serie, sin embargo, es de la profundidad filosófica que rebosa la historieta. Esta planteaba un mundo sombrío donde las fronteras morales se tornaban borrosas, un mundo en el que los héroes podían llegar a ser más crueles, incluso, que los criminales a los que perseguían.

Sin duda, una propuesta novedosa al género de superhéroes. En Watchmen, Alan Moore nos presenta personajes demasiado humanos y falibles y que, a pesar de ser vigilantes disfrazados, no se enfrentan a fuerzas del mal claramente definidas. Así, sin una distinción clara entre lo que es correcto e incorrecto, la esencia del superhéroe se ve radicalmente afectada.

A pesar de que la serie nos muestra a sus personajes desde diferentes perspectivas y facetas, no existe una ambigüedad moral como en la obra de Moore. Por el contrario, los antagonistas están claramente definidos y en ciertos casos son representados de forma unidimensional, como representantes de las fuerzas del mal que hay que combatir a toda costa solo porque son malos.

De este modo, los «héroes» pueden llegar a ser crueles, brutales, egoístas y paranoicos, pero al espectador siempre le queda perfectamente definido en que extremo se encuentran. Esta, sin duda, es una de las consecuencias de poner como antagonistas a supremacistas blancos. 

En el cómic, Alan Moore nos presenta la ambigüedad moral a través de distintos puntos de vista, muchos de ellos opuestos, y casi todos aberrantes. Su intención era crear cuatro o cinco «formas radicalmente opuestas» de percibir el mundo y darle a los lectores el privilegio de determinar cuál era moralmente el más comprensible, con base en su experiencia de vida.

virtudes y defectos

«Lo que queríamos hacer era presentar a todos estos personajes, con todas sus virtudes y todos sus defectos, mostrando que incluso el peor de ellos podía cometer actos heroicos… ».

En la serie, sin embargo, muchos de los antagonistas se presentan como un cliché: son, por creencia popular, la encarnación del mal. No hay ambigüedad moral y la diferencia entre buenos y malos está claramente definida. Este es probablemente el aspecto más débil del argumento. Incluso, al final, Ozymandias es arrestado por los actos cometidos en 1985, lo que termina siendo un verdadero despropósito, dinamitando con ello la principal premisa de la obra de Moore.

El otro fallo es que el Séptimo de Kaballería se presenta como parte de un discurso maniqueo en el que los blancos supremacistas odian simplemente porque son blancos supremacistas, pero no hay en realidad un planteamiento lógico y verosímil que nos deje ver sus motivaciones. Ahora bien, no estoy diciendo que la ideología con la que comulgan estos supremacistas sea buena. Por el contrario. De hecho, me parece que la serie es bastante inteligente y sensible para mostrarnos las nefastas consecuencias del racismo. A lo que me refiero es que cuando hablamos de personajes nazis, supremacistas blancos, fascistas, etcétera, estos suelen representarse de manera unidimensional: no hay forma de empatizar con ellos o comprender qué fue lo que les llevó a abrazar esta ideología. Simplemente se vuelven «el malo a vencer».

El enfoque de Moore en Watchmen es interesante porque, precisamente, juega con nuestros prejuicios. Esto permitió que un personaje tan despreciable y extremista como Rorschach pudiera llegar a ser el más popular y representativo del cómic.

El test de Rorschach

Uno de los grandes problemas de presentar personajes con ideas extremistas como adversarios es que se tiende a caer en el cliché. En la cultura popular, muy pocas veces se muestran personajes de este tipo con una profundidad que incluso lleguemos a identificarnos con sus razones. Rorschach es uno de esos pocos casos.

Sus juicios y opiniones son extremadamente radicales. El propio Moore lo describe como un personaje despreciable que comulga con la extrema derecha. Rorschach es anticomunista, antiliberal, homofóbico y fuertemente nacionalista. De ahí que un grupo supremacista como el Séptimo de Kaballería lo tome como inspiración.

Rorschach seguidores en la serie watchmen

A pesar de no estar físicamente presente, Rorschach es uno de los elementos mas importantes de la serie, pues alude al conflicto racial que plantea el argumento. De hecho, su importancia es tal que su simple alusión ha trascendido el universo ficticio, volviéndose una instantánea del panorama político y moral que rige actualmente en la sociedad norteamericana.

Como sabemos, Alan Moore creó a Rorschach como una parodia de dos personajes de Steve Ditko: Mr. A y La Pregunta. La idea de Moore era explorar «cómo un héroe tipo Batman, motivado por la venganza, sería en el mundo real. La respuesta corta sería un chiflado». Con Rorschach, Moore deja en evidencia el implícito fascismo de tomarse la justicia por propia mano que mueve a todos los superhéroes.

«Pensé: "Bien, si Batman de verdad existiese en el mundo real, probablemente estaría un poco loco. No tendría tiempo para tener novia, amigos o cualquier tipo de vida social, porque le guiaría una fuerza irresistible de venganza contra los criminales. Por supuesto, también habría una extraña razón detrás de su motivación para vestirse como un murciélago. No tendría mucho cuidado de su higiene personal y lo más probable es que oliese mal. También comería alubias directamente del bote. No hablaría con mucha gente y su voz se habría vuelto rara por la falta de uso; su fraseología nos resultaría extraña". Sonaba interesante, pero pasé por alto que, de hecho, para muchos seguidores de los cómics, oler mal y no tener novia son en realidad una especie de rasgos heroicos.

»Así fue cómo Rorschach se convirtió en el personaje más popular de Watchmen. Mi intención era que diese un mal ejemplo, pero ahora tengo a gente que se me acerca en la calle y me dice: "¡Yo soy Rorschach! ¡Watchmen es mi historia!". Entonces, pienso: "Sí, fantástico. Por cierto, ¿puedes por favor dejarme en paz y no volver a cruzarte conmigo hasta el final de mis días?"».

Otro aspecto a destacar es que tanto La Pregunta como Mr. A son seguidores del objetivismo moral planteado por Ayn Rand y del que Ditko era fanático. Dicha filosofía sostiene, entre otras cosas, que a la naturaleza solo se le domina obedeciéndola y que la única obligación moral de la humanidad es alcanzar la propia felicidad por cualquier medio posible. Rorschach fue creado, en consecuencia, a partir de esta forma de pensamiento, que, dicho sea de paso, Moore considera «el sueño de cualquier supremacista blanco».

comic rorschach escena

De este modo, la identificación del lector con Rorschach dice mucho más de lo que podría pensarse. Tan es así, que la alusión del personaje en la serie causó un gran revuelo porque muchos fanáticos que se identifican con él consideraron que Lindelof lo mostraba como un ser radical y socavaba la esencia del personaje al no respetarlo como el héroe que era.

Pero las ideas de Rorschach siempre fueron radicales y, como ya hemos visto, nunca fue la intención de Moore que se le considerara como el héroe de su historia. Acaso estos fanáticos fueron lo bastante despistados para no darse cuenta de lo que el personaje representaba y adoptaron su ideología solo porque era visualmente atractivo. O peor: acaso comulgaban con Rorschach porque en él veían una correcta representación de sus deseos más profundos.

Al respecto, Moore siempre ha especulado sobre lo que podría conducir a la interpretación errónea de su personaje: «las personas que claramente ven a Rorschach como un héroe empático son personas que podrían creer secretamente ser parte de la elite y no parte de la mayoría excluida».

Lo cierto es que en nuestro mundo, donde los superpoderes no existen, un personaje como Rorschach sería considerado un monstruo. Sus pensamientos misóginos, racistas y homofóbicos son claramente inquietantes y, desde el punto de vista de Moore, quienes no consideran que la visión del mundo de Rorschach es reprensible, es porque probablemente piensen como él.

viñeta del comic watchmen con rorschach

Como fuera, el golpe que da la serie resultó difícil de aceptar para todos ellos. Después de todo, ¿quien va a reconocer abiertamente que comulga con ideas supremacistas? No obstante, Lindelof tuvo el criterio suficiente para tocar el tema con tacto y no herir susceptibilidades. Para él, la verdadera discusión no consiste en determinar si Rorschach era o no un extremista, sino en el hecho de que el Séptimo de Kaballería ha malinterpretado sus ideas.

«Toman su ideología del diario de Rorschach, alterando el texto para hacer más explícito el comentario fascista y racista. Por supuesto, se trata de una apropiación, pues no fue elección de Rorschach ser un icono para los supremacistas blancos, como tampoco es que haya aprobado que su imagen esté relacionada con un mensaje de odio. El tipo lleva muerto más de treinta años, así que no tiene control sobre lo que ocurre. No puede decir: "Oye, no me entendiste bien. Yo no era un supremacista blanco"».

Haya sido o no a propósito, lo cierto es que la serie provoca inevitablemente una reacción. De una u otra forma fuerza a salir del armario a los extremistas, quienes, en su crítica, se muestran tal y como son bajo el influjo de la reacción emocional.

Al final, la genialidad del personaje de Rorschach radica en que hace honor al test que le da su nombre: y es que cada quien hace una interpretación del personaje de acuerdo a cómo funciona su aparato psíquico.

Temáticas

Tomando como base al personaje de Rorschach, la serie logra representar los lazos que existen entre el poder político, el privilegio blanco y la discriminación racial. Un tema tabú para muchos.

Lindelof emplea como motivo recurrente —leitmotif— el musical Oklahoma!, colocando a gente de raza negra como protagonistas. Esto parecía ser solo un elemento dramático que le da fuerza al argumento, no obstante, la referencia al musical es mucho más profunda de lo que parece a simple vista:

En su reciente artículo publicado en Vulture, titulado Oklahoma Was Never Really O. K., Frank Rich plantea lo siguiente:

«Cuando aquellos que quieren hacer a "America Great Again" se tornan nostálgicos sobre "la Gran América que afirman ha desaparecido", ¿qué país es el que realmente están imaginando? Si crecieron en la segunda mitad del siglo y son blancos, probablemente su nostalgia pueda ser representada por un retrato de Norman Rockwell, con sus familias de clase media y mejillas sonrosadas […] Sin embargo, ningún otra obra de la cultura pop puede evocar esta "Gran América desaparecida" de manera más inmediata que Oklahoma!, el cual ha sido sinónimo de nacionalismo norteamericano por más de tres cuartos de siglo.

»No obstante, la Gran América de la fantasía nostálgica, reaccionaria, beatífica y blanca y acogedora para todos, nunca existió en primer lugar. [haciendo un análisis minucioso de la obra] Oklahoma! ilumina los conflictos entre la mayoría blanca estadounidense y el Otro, ya sea que el Otro esté definido por su raza, su origen inmigrante, su clase social o su sexualidad. Aunque Trump ha sido maliciosamente experto en exacerbar y explotar estas divisiones, lo cierto es que han estado presentes desde el nacimiento de la nación y la historia nos dice que no desaparecerán una vez que Trump se haya ido».

Donald Trump con una gorra que dice make america great again

De este modo, la serie pone el tema racial en la mesa de discusión, tal y como en su tiempo había hecho Alan Moore con la amenaza nuclear. El que tales temas estén enmarcados dentro del universo de Watchmen, con vigilantes enmascarados que hacen justicia por su propia mano y cuentan con un código moral bastante difuso, le permite a Lindelof abordar otros aspectos relevantes como la brutalidad policiaca, el terrorismo doméstico y, por supuesto, el privilegio blanco.

Al igual que el texto original, Watchmen especula cómo es que la política estadounidense establecería las reglas para los superhéroes, si existieran en el mundo real. En este caso, el planteamiento de Lindelof no solo es actual, sino que también es atrevido. A manera de crítica por la falta de representación racial en películas y series del género de acción y de superhéroes, la serie coloca como protagonistas a hombres y mujeres de raza negra. Individuos que históricamente han sido menospreciados, deshumanizados y condenados al ostracismo. Gente a la que alguien como Rorschach despreciaría sin pensarlo dos veces.

Watchmen plantea, con gran sensibilidad, cómo opera el privilegio blanco tanto en la política como en los aspectos más cotidianos de la vida. A lo largo de la serie somos testigos de toda clase de injusticias que las instituciones blancas ejercen sobre aquellos que tienen un color distinto de piel y de cómo la historia se puede llegar a manipular para beneficiar a aquellos que están en el poder.

Hooded Justice

Uno de los casos más notables es el de Hooded Justice, el primer superhéroe enmascarado. La serie hace una relectura de su origen, sin alterar el canon propuesto por Moore; lo que se plantea es que muchos de los eventos que se cuentan en Under The Hood —el libro biográfico de Hollis Mason, el primer Nite Owl— fueron en realidad alterados para encubrir una conspiración supremacista.

Se trata de una relectura osada y, sin embargo, tan lógica, que al final uno comprende que Hooded Justice, por los ideales que representa y su apariencia —con la máscara sobre el rostro y la soga alrededor del cuello—, debía ser necesariamente de raza negra.

Recordemos que, como representación del yo-ideal, los superhéroes suelen encarnar la victoria de la norma social sobre el capricho egoísta, es decir, el deber sobre el deseo. De ahí que, como arquetipo, se le relacione frecuentemente con los valores y sentimientos de una nación. Dicho de otra forma, los superhéroes son, en cierto modo, la encarnación de la forma de vida del país que representan, casi siempre Estados Unidos, el «país de la libertad» y del llamado «sueño americano».

El disfraz que decide utilizar Hooded Justice es inspirado por el lado oscuro de la sociedad norteamericana: representa sus valores torcidos, su hipocresía, su discriminación racial. Un país en el que Rorschach termina, inquietantemente, volviéndose el personaje más popular.

El hacer una relectura del origen de Hooded Justice, planteando cómo se encubren y alteran los hechos para beneficiar a un grupo en el poder, es una forma bastante ingeniosa de evidenciar cómo la historia suele ignorar la violencia racial, tal y como ocurrió con los disturbios en Tulsa, y que también son mostrados en la serie.

wachtmen tulsa

Hablar de Tulsa es, sin duda, otro gran acierto de Watchmen, ya que se trata de un evento poco conocido en la historia norteamericana, toda vez que ni siquiera figura en los libros de historia. Al principio de la serie, se nos muestra un bebé sobreviviente de los disturbios arropado por la bandera norteamericana. El mensaje es duro y directo: la misma nación que se supone debe proteger a sus ciudadanos es la misma que violenta sus derechos civiles.

La perspectiva de la serie, sin embargo, es más cercana a la postura que Edward Blake, El Comediante, asume en el cómic de Moore. Cínico y nihilista, Blake está siempre consciente de que la humanidad es contradictoria y no hay forma de protegerla de si misma. Al final, los hombres son falibles y actúan de forma distinta a lo que profesan. En ese sentido, asumir cualquier principio moral o religioso se vuelve tan absurdo como inútil. ¿Acaso Dr. Manhattan no tiene el poder de cambiar el mundo? ¿O es acaso que el mundo que Manhattan percibe no vale la pena para ser salvado?

La pregunta fundamental vuelve a plantearse: ¿Es moralmente aceptable sacrificar los intereses de unos pocos por el bien de muchos? Ese es el plan último de Lady Trieu: absorber los poderes de Manhattan para hacer desaparecer las armas. Trieu, nos enteramos, es otra fanática del objetivismo moral planteado por Ayn Rand y es, a la vez, la hija de Adrian Veidt, Ozymandias. En ella se convergen tres de los puntos de vista más relevantes de la historia original.

La serie plantea, como El Comediante, que todo esfuerzo por salvar a la humanidad es inútil. Ningún poder logrará salvarnos de nosotros mismos. Ni siquiera el poder divino de Manhattan puede hacer desaparecer el prejuicio, el odio o la segregación. Aquellas características que hacen del humano un ser terrible y que no vale la pena salvar.

En ultima instancia, esto es lo que plantea la historia de Ozymandias y Dr. Manhattan en la serie: en su intento por hacerse pasar por un ser humano —renunciando momentáneamente a sus poderes— Dr. Manhattan recurre a su viejo compañero. A cambio de su ayuda, el dios azul le ofrece transportarlo a una de las lunas de Júpiter, donde ha creado una nueva raza humana, «absolutamente superior, sin noción de la maldad». Al principio, Ozymandias acepta, considerando tal sitio como un paraíso, mas luego de un tiempo termina aburriéndose.

«Este mundo no me necesita», dice con tristeza. Es entonces cuando comienza a ejecutar un elaborado plan que le permita, paradójicamente, escapar de tan idílico lugar. En el transcurso, hace que los seres creados por Dr. Manhattan actúen de forma ajena a su naturaleza, los corrompe. A uno de ellos lo obliga a colocarse un antifaz y le hace asumir el papel de antagonista. Si Dr. Manhattan es Dios, Ozymandias, sin duda, juega aquí el papel de Lucifer.

Con sus actos, Ozymandias nos enseña que son las máscaras que nos ponemos las que nos corrompen o redimen. Como dice el Jefe de Policía en el sexto episodio: el uniforme que un hombre decide usar lo cambia inevitablemente.

Al final, la serie nos plantea que la violencia no es provocada por las armas, sino por la naturaleza falible del ser humano que anhela tanto el conflicto que es incapaz de vivir sin él. De hecho, la paz lograda por Ozymandias en el cómic solamente duró unos cuantos años. Esta es la gran broma. Sin duda, en algún lugar, El Comediante debe estar riéndose de todos nosotros.

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