Los aeronautas: La culpa es un lastre [SPOILER]

Análisis de películas
Publicado: 09 Abril 2020
Escrito por Jorge Rodríguez Patiño

ADVERTENCIA SPOILER: El artículo que va a leer a continuación hace referencia a partes importantes de la trama de la película, no seguir leyendo si no quiere que le destripemos la película

Transgresión y culpa en Los aeronautas

En Los aeronautas (The Aeronauts, Tom Harper, Estados Unidos-Reino Unido, 2019) el meteorólogo James Glaisher (Eddie Redmayne) está convencido de que si logra descifrar los secretos de la atmósfera será capaz de predecir el clima. Para ello, decide emprender una expedición en globo a más de 23,000 pies de altura, mucho más allá de lo que cualquier ser humano ha estado jamás.

La hazaña, por supuesto, es doble. Por un lado, está el comprender los secretos de la naturaleza para poder dominarlos; por el otro, se trata de romper el récord de altura. Dos maniobras con un mismo propósito: trascender.

No obstante, la transgresión es igualmente doble. La iniciativa de James es osada y heroica, pero no deja de ser arrogante, toda vez que se basa en ir más allá de los límites que han sido fijados por la naturaleza. Como sabemos, en los mitos griegos, es la Moira la que pronuncia la ley que no debe ser transgredida por ninguna criatura, divina o humana. En el filme, es la misma Naturaleza la que fija esta ley.

Y es que si bien no hay nada que le prohíba a James acceder al conocimiento que desea, para la Royal Society —la sociedad científica a la que pertenece—, dicho conocimiento resulta inaccesible para la ciencia; algo semejante a «adivinar los movimientos de una rana en un frasco». A los ojos de sus colegas, James es un hazmerreír porque, al igual que los místicos y los charlatanes, pretende dominar fuerzas que son ajenas a toda comprensión científica.

Pero James está convencido de sus creencias y no ceja en su intento. El poema de Spenser que se cita durante su viaje resulta, entonces, oportuno porque resume de forma precisa su pensamiento. Se trata de un breve fragmento de Muiopotmos o el destino de la mariposa, un poema escrito por Edmund Spenser, el cual dice lo siguiente:

¿Qué más felicidad puede otorgársele al hombre,
Que disfrutar del deleite con libertad,
Para poder proclamarse Señor de todas las obras de la Naturaleza,
Y dominar así en la tierra como en lo más alto del cielo,
Alimentándose de flores y hierbas de propiedades gloriosas,
Y tomando cualquier cosa que le agrade a la mirada?
Quien no quedara satisfecho con semejante felicidad,
Merece probar la miseria.[1]

Los versos citados hacen alusión a la grandeza del hombre y a su ambición por dominar las leyes de la naturaleza. En el poema, Spenser se sirve del mito de Arachné para hablar de la desesperanza que produce vivir en un universo donde los dioses gobiernan y los hombres obedecen.

los aeronautas ascenso en globo

De la misma forma, James intenta elevarse más allá de lo permitido por la Naturaleza. Como un moderno Ícaro, su globo le permite acceder a aquellos dominios que, hasta ese momento, permanecían inaccesibles para el hombre. Pero todos sabemos lo que le ocurre a Ícaro por volar más alto de lo que debía.

La probabilidad de la muerte se alza, entonces, como un castigo por su afrenta a querer llegar más allá que el resto de los mortales.

Esto lo sabe muy bien Amelia (Felicity Jones), la experimentada piloto que se encarga de conducir el globo. Alguna vez fue ambiciosa y arrogante como James, hasta que su desobediencia a las leyes de la naturaleza terminaron provocando la muerte de su marido (Vincent Perez).

La culpa se volvió un lastre para ella, un peso enorme que le impide seguir adelante con su vida. La persigue como si estuviese atada a ella. Puede sentirla incluso cuando se encuentra en el globo, tal y como se muestra en aquella secuencia donde alcanzan a escuchan escuchar los sonidos de la ciudad conducidos por la humedad.

«Atravesamos una tormenta y Londres aún nos sigue», dice ella. Súbitamente, los recuerdos de su difunto esposo comienzan a invadirla. En su caso, es la culpa la que la persigue, sin importar que tan alto o que tan lejos se encuentre.

Trascender, para ella, no tiene que ver ya con alcanzar proezas que cambien al mundo. La trascendencia consiste en dejar atrás la culpa sin traicionar el recuerdo de su esposo. Ser capaz de darse una segunda oportunidad.

Sumida en su aflicción, será James quien le ayude a levantarse de nuevo. La propuesta del científico le vuelve a dar un propósito a su existencia, pero, sobre todo, le brinda la esperanza de la absolución. Volar de nuevo es permitirse volver a vivir.

los aeronautas ascenso en globo 2

Esto no resulta sencillo, sobre todo cuando es evidente el afecto que siente por su nuevo compañero; un afecto que es enmascarado por el escarnio, pero que, más de una vez, se manifiesta por la forma en que ella se expresa, por la forma en que lo mira.

«A mi esposo no le agradaría usted», aclara ella con desdén. No obstante, es evidente que la frase encierra un sentido distinto: cabe pensar que no le agradaría porque, evidentemente, se trata de un rival. Así, pareciera que entre más se eleva el globo, más culpa siente ella por haber llegado a esas alturas sin su amado esposo.

Al igual que la transgresión de James, la culpa de Amelia se vuelve doble: es la culpa por haber provocado la muerte de su esposo, pero también la culpa por traicionar su memoria al volar con otro hombre. Esta última es mucho más terrible porque viola el castigo que ella misma se ha impuesto y que consiste en no volver a ser feliz. Si desea seguir adelante, Amelia debe permitirse volver a amar. Pero, para ello, debe ir dejando ese lastre pesado que parece atado a su tobillo.

En más de una ocasión, James insiste en seguir ascendiendo, pero ella se niega. En parte, porque sabe mejor que nadie lo que la ambición puede llegar a provocar. Pero su resistencia está también motivada por el miedo: no solo miedo a cometer el mismo error, sino, sobre todo, miedo a que James la eleve a alturas insospechadas, miedo a triunfar sin su esposo, a olvidarlo o traicionar su memoria. En resumen, miedo a volver a enamorarse.

Amelia no siente que merezca volver a amar, pero, irónicamente, es el amor el que la lleva a cometer todos esos actos heroicos cuando las cosas se vuelven complicadas. Es el amor el que la hace arriesgar su vida para salvar la de James. Poco a poco, va soltando la culpa con la única finalidad de mantenerse con vida. En este caso, vivir significa también amar.

Al final, la escena fatídica se repite. La misma escena que condujo a la muerte de su marido la vive ahora con James, pero este último hace las cosas de manera distinta: propone la salvación de ambos en lugar del sacrificio de uno solo. Para Amelia, este acto se trata de una segunda oportunidad. En ese momento, el recuerdo de su esposo deja de ser motivo de mortificación para convertirse, en cambio, en un paracaídas. Cuando por fin se salvan, Amelia ya no solo es capaz de levantarse por su propia cuenta, sino que también ayuda a levantar a James.

Los aeronautas es un relato conmovedor acerca de cómo una mujer logra desafiar la adversidad y los límites impuestos por la Naturaleza para, finalmente, superar el duelo de su esposo y obtener una segunda oportunidad que le permita volver a amar.


[1] What more Felicity can fall to Creature,
Than to enjoy Delight with Liberty,
And to be Lord of all the Works of Nature,
To reign in th' Air from Earth to highest Sky,
To feed on Flowres, and Weeds of glorious Feature,
To take what ever thing doth please the Eye?
Who rests not pleased with such Happiness,
Well worthy he to taste of Wretchedness.

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