La noche del mundo en 'La hora del miedo'

Análisis de películas
Publicado: 26 Marzo 2020
Escrito por Jorge Rodríguez Patiño

La realidad incontrolable según La hora del lobo

En La hora del miedo (Hispanoamérica: La hora del lobo | The Wolf Hour, Alistair Banks Griffin, Reino Unido-Estados Unidos, 2019), June (Naomi Watts), una talentosa escritora, decide recluirse de la sociedad para no enfrentar una realidad que le resulta insoportable.

Su aislamiento no solo termina siendo un abandono de si misma, sino también un castigo por haber provocado —de forma indirecta— la muerte de su propio padre. La represalia actúa, pues, como una muerte simbólica. June se sustrae del mundo, rompiendo con todos sus lazos afectivos y recluyéndose en el departamento de su abuela, donde cree que nadie podrá encontrarla.

Dicho piso se encuentra en el sur del Bronx, un barrio peligroso que siempre parece a punto de estallar. No obstante, la hostilidad del entorno se antoja, por momentos, mucho menos peligrosa que la realidad a la que June teme tanto confrontar y que, a pesar de todos sus esfuerzos, no logra mantener a la distancia.

Así, se encuentra en un asedio constante, siempre expuesta a las contingencias insignificantes de la vida diaria: pagar la renta, tirar la basura, conseguir comida. Cada interacción es hostil, cada dificultad una amenaza. Aunque suene paradójico, la reclusión de June la hace abrirse a los impactos cotidianos de la realidad. De pronto, su soledad la permite hacerse sensible a las mínimas señales del entorno; el presente, entonces, adquiere tal peso en su vida que logra adormecer el dolor que produce el pasado.

Pero, por momentos, este asoma la cabeza. Esto es lo que representa el llamado ocasional y misterioso del timbre. Acaso una broma de mal gusto o un verdadero hostigamiento, la razón de fondo  —quién toca el timbre y con qué propósito— no resulta relevante. Lo importante es lo que provoca en June, lo que termina significando para ella. Cuando atiende la llamada, nadie le responde. Es ese vacío insoportable el que le produce ansiedad.

la hora del miedo protagonista frente al timbre

June se encuentra, pues, al borde del abismo. El marco de su ventana es la frontera que delimita el umbral: una vez que se cruza, no existe regreso posible. Actúa como un marco que media entre su subjetividad y la cruda realidad de la sustancia vital; sin este marco, su vida se volvería insoportable. Es la única forma que ella tiene para lidiar con esa realidad incontrolable.

Muerta en vida, lo que June logra hacer al escribir su nueva novela es, precisamente, reconstruir su identidad de tal forma que ya no necesita del departamento como mediador entre ella y la hostil realidad. Así, cuando la violencia se desata en el exterior, ella puede confrontarla.

La furia, el exceso, la crueldad que estallan frente a sus ojos ya no resultan tan atemorizantes. June puede arrojarse al abismo de la realidad con una nueva identidad y reingresar exitosamente en la sociedad.

En su libro, Introducción a la lectura de Hegel, Alexandre Kojève cita el siguiente pasaje del filósofo para referirse al concepto conocido como la «noche del mundo»:

La noche encierra la efervescencia en descomposición y la lucha devastadora de todas las fuerzas, la absoluta posibilidad de todo, el caos, la materia que no es una, sino que lo encierra todo precisamente en su aniquilación […] El ser humano es esta noche, esta nada vacía que lo contiene todo en su simplicidad; una riqueza infinita de múltiples representaciones e imágenes de las que ninguna le pertenece o está presente. Esta noche, el interior de la naturaleza, que existe aquí —puro yo— en representaciones fantasmagóricas, es noche en su totalidad. Mientras aquí corre una cabeza ensangrentada, allí otra horrible aparición blanca; de repente aquí ante él, e inmediatamente desaparecen. Se percibe esta noche si uno mira en los ojos de los hombres, en una noche que se vuelve horrible.[1]

June atraviesa, precisamente, la «noche del mundo», ese dominio que existe entre las dos muertes, la simbólica y la real. En el filme, el pasaje entre una y otra es representado por el recogimiento que hace sobre si misma, después de corta los lazos con la realidad —la muerte social— hasta el instante en que logra la aceptación de lo incontrolable.

La hora del miedo nos muestra dos fuerzas en conflicto constante. Por un lado, lo inevitable, por el otro el inútil propósito del ser humano de dar orden al caos. Por medio de la creación literaria, June consigue, al mismo tiempo, resignificar la realidad y reconstituir su identidad, de forma que logra, al final, enfrentarse cara a cara con esa realidad que antes le resultaba insoportable.


[1] Kojève, A. (2013). Introducción a la lectura de Hegel. Madrid: trotta. La cita original se puede encontrar en Hegel, G. W. (1984). Lecciones sobre filosofía de la religión. Madrid: Alianza.

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