En análisis: What did jack do?

Análisis de películas
Publicado: 03 Febrero 2020
Escrito por Jorge Rodríguez Patiño

La comunicación imposible

A propósito del estreno en Netflix del cortometraje What did jack do? (David Lynch, Estados Unidos, 2017), recuerdo uno de mis lemas favoritos, el cual dice: «huye de todo aquel que quiera explicarte una película de David Lynch».

Con esto, no me refiero a que el cine de Lynch no pueda ser explicado —basta echar un ojo a los análisis de Žižek para comprobar que no solo es posible hacerlo, sino que, además, puede hacerse bien—. Lo que en realidad quiero decir es que, en lo personal, creo que el cine de David Lynch no debería ser explicado.

Esto debido a que la obra lynchiana puede ser entendida como una invitación al espectador para que éste se sumerja en el mundo que propone el artista y extraiga, por sí mismo, sus propias conclusiones.

Por tal motivo, el que su discurso se presente, en apariencia, como un galimatías ininteligible, no quiere decir que no pueda ser comprendido. No obstante, para hacerlo, debemos emplear herramientas de codificación distintas a las que estamos acostumbrados. A fin de cuentas, no estamos ante un discurso fílmico sino ante el ofrecimiento de un artista que nos comparte su mundo interior y nos invita a jugar en él, convencido de que es la única forma de entablar un diálogo eficaz.

El espectador, si decide involucrarse, debe poner, entonces, de su parte, hacer suyo ese mundo, interactuar con él. De este modo, la obra lynchiana es una cuyo significado no solo no resulta evidente, sino que es subjetivo.

Lamentablemente, no siempre el espectador se encuentra dispuesto a involucrarse de esta forma; estamos demasiado acostumbrados a depender de una guía, una suerte de brújula que nos indique que nuestra interpretación es la correcta y que vamos por buen camino. Pero si asumimos esta postura para abordar la obra de David Lynch, lo más probable es que terminemos estrellándonos contra la pared, pues en el juego que él nos propone no existen las respuestas correctas o incorrectas; tan solo hay impresiones. De ahí que él mismo se resista a explicar su obra.

En principio, Lynch sabe que cualquier opinión de su parte terminaría contaminando la experiencia del espectador, arruinando, con ello, el propósito del filme. Así, pues, estamos ante un cineasta que trabaja más con sensaciones que con tramas y argumentos.

David Lynch habitacion roja surrealista

Como él mismo nos dice respecto a cómo surgen sus ideas:

«Se trata de una sensación, algo semejante a la intuición. Es una idea de la que te has enamorado y, por lo mismo, tratas de mantenerte fiel a ella. Buscas la forma de expresar esa idea de forma cinematográfica y cuando la hallas, te emocionas».

Con base en lo anterior, no cabe duda que, en su cine, la digresión filosófica es mucho más importante que la narrativa.

A grandes rasgos, de lo que se trata es de que el espectador se conozca a si mismo a partir de la interpretación que hace del filme, como si de un test de Rorschach se tratara. Por tanto, de nada sirve apoyarse en la opinión de alguien más —aunque se trate de la del propio autor—. Después de todo, el objetivo es que encontremos la respuesta en nosotros mismos.

Al respecto, Tarkovski —otro gran artista—, nos dice en su libro, Esculpir el tiempo, lo siguiente:

«Queda claro que el fin de todo arte es explicar por qué se vive, cuál es el sentido de la existencia. Las obras de arte, a diferencia de las obras científicas, no tienen ningún objetivo práctico. El arte es un metalenguaje a través del cual los hombres tratan de comunicarse entre si, conocerse y asimilar sus experiencias. El proceso artístico es un proceso agónico, sin ganancia práctica; finalmente, un sacrificio. ¿Valdría la pena tanto esfuerzo solo para oír su propio eco?».

Las palabras del director soviético resultan tan oportunas como acertadas al referirnos a un cine tan personal como el de David Lynch, que nos propone un diálogo, un intercambio de ideas.

No obstante, esto no deja de ser una paradoja, toda vez que la comunicación con el otro resulta, objetivamente, imposible. En principio, porque todo ser humano existe, mentalmente, en un mundo que es exclusivamente suyo e interpreta los estímulos de la realidad externa, a partir de su propia experiencia interna, la cual no comparte con nadie más. Dicho de otra forma, como seres, nos encontramos total y terriblemente solos, y toda conversación, por tanto, solo es posible con uno mismo.

Así, siendo nuestra experiencia tan subjetiva, se clausura toda posibilidad de entendimiento objetivo. El emisor cree que se da a entender y el receptor, por su parte, cree que entiende lo que el emisor quiere decir. Pero más allá de las palabras que guardan en común, la comprensión en el discurso de cada uno de ellos es completamente personal. Tal y como sucede en el cortometraje antes mencionado. What did jack do? nos muestra una conversación bastante improbable, colmada de frases clichés que se emplean, usualmente, en los interrogatorios del cine de detectives.

What did Jack do escena 1

Lo relevante, sin embargo, es que estas frases, por si mismas, carecen de sentido, pues encierran un sentido figurado. Si se toman de forma textual dan pie a una conversación incongruente. 

Aun así, el espectador es perfectamente capaz de seguir la trama, por más inverosímil que esta resulte: un detective interrogando a un mono por un crimen pasional. Al final, luego del interrogatorio exhaustivo, el mono termina cantando. Literalmente.

Sobra decir, sin embargo, que comprender el argumento de un filme no es necesariamente sinónimo de entender de qué trata o que quiere decirnos el director. Específicamente, en el caso de Lynch, si queremos descifrar sus filmes, antes debemos sacudirnos la pereza mental y zambullirnos por completo en la obra.

De ahí que su cine resulte tan repelente para algunos y tan fascinante para otros. En lo personal, considero que lo más rico de su obra es, precisamente, que puede ser interpretada desde nuestro inconsciente y con base en nuestra propia experiencia, por lo que no existe, realmente, una interpretación absoluta o correcta. Ni siquiera la del propio Lynch.

David Lynch posa junto a dos personas con cabeza de animal

Incluso, el director ha confesado que, durante la creación de cualquier proyecto, él muchas veces no sabe en qué consiste completamente.

«Cuando hago un filme es como si me encontrara en una habitación y en la habitación contigua hubiera otro hombre con el filme ya completo, pero fragmentado en distintos pedazos, como si se tratara de un rompecabezas. Aquel hombre me va pasando una pieza a la vez, por lo que, al principio, todo me resulta muy abstracto y no tengo idea de qué estoy haciendo. Luego, conforme el hombre me va proporcionando más piezas, todo comienza a cobrar sentido. Hasta que por fin, en algún punto, logro completar el rompecabezas».

Por supuesto, a pesar de la demanda popular, David Lynch ha comentado en más de una ocasión que no piensa explicar su obra. Para él, hablar de ella es restringirla, tal y como nos cuenta en su libro, Catching the big fish:

«Cuando ves una película o una pintura, cada una está expresada en su propio lenguaje y no es correcto tratar de explicarla con palabras. Es casi un crimen.

»Después de todo, la vida está llena de abstracciones, y la única forma en la que tomamos decisiones es a través de la intuición. La intuición es llegar a la solución, verla, conocerla. Es la emoción y el intelecto yendo juntos. Eso es esencial para el cineasta. En lo personal, me gusta la sensación que trae consigo el descubrimiento».

En otro pasaje, el cineasta nos comparte su opinión acerca de la especificidad del lenguaje cinematográfico:

«El cine es un lenguaje. Puede decir cosas: cosas grandes y abstractas. Y eso me encanta. No siempre soy bueno con las palabras. Algunas personas son poetas y tienen una manera hermosa de expresar las cosas con palabras. Pero el cine tiene su propio lenguaje y con él puedes decir muchas cosas, también, porque tienes tiempo y secuencias. Tienes diálogo. Tienes música. Tienes efectos de sonido. Tienes tantas herramientas. Y puedes expresar un sentimiento y un pensamiento que no se pueden transmitir de ninguna otra manera. Es un medio mágico. Para mí, es tan hermoso pensar en estas imágenes y sonidos que fluyen juntos en el tiempo, haciendo algo que solo se puede hacer a través del cine. No se trata solo de palabras o música, es una gama completa de elementos que se unen y crean algo que antes no existía».

En conclusión, la de Lynch es una obra que invita a la reflexión, pero es también una experiencia personal. Por lo mismo, querer explicarlo a otros es solo el indicio de un ego bastante inflado. Por el contrario, creo que resulta mas provechoso compartir nuestras impresiones sobre su obra con otros y, de esta manera, encontrarnos a nosotros mismos en el intercambio.

Nuevamente, como dice Tarkovski:

«El arte nos hace aprehender la realidad a través de una experiencia subjetiva. Se dirige a todos con la esperanza de crear una impresión, un choque emocional y hacerse aceptar, no a través de un razonamiento irrefutable, sino por la energía espiritual que el artista puso en su obra.

»Cuando se establece un vínculo entre la obra y el espectador, éste experimenta un golpe purificador y sublime. En ese momento nos reconocemos y nos descubrimos, así como la insondable profundidad de nuestro potencial y los alcances últimos de nuestras emociones.

»Así pues, la función del arte no es, como a veces se asume, la transmisión de ideas, la difusión de pensamientos, el servir de ejemplo. La función del arte radica en preparar a la gente para la muerte».

En ese sentido, no cabe duda que el cine de David Lynch es una forma eficaz de sentir que no estamos solos. 

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